Con su uniforme impecable, su inseparable organillo, un changuito decorativo y una sonrisa que contagia, Leonardo recorre las calles de Tijuana acompañado de su hermana Maritza y su cuñado Christian. Lo impulsa algo más que el sonido del cilindro: el deseo profundo de preservar una tradición mexicana que ha resistido el paso del tiempo y las distancias.
“Me da gusto ser organillero porque le doy alegría a la gente”, cuenta Leonardo, quien desde hace años se dedica a este noble oficio heredado por su tío. Hoy lo comparte con su familia, tocando en esquinas, semáforos y plazas, despertando sonrisas, nostalgia y emoción entre los transeúntes.
Leonardo sabe que su música no pasa desapercibida. “Hace alegrar a la gente. Algunos están felices, algunos tristes, porque les recuerda a sus familiares”, explica. El sonido del organillo tiene esa cualidad casi mágica: evoca recuerdos del pasado, conecta generaciones y reaviva emociones dormidas.

Una tradición que busca mantenerse viva en el norte
Aunque esta tradición es más común en la Ciudad de México, Leonardo se ha propuesto que no desaparezca en el norte del país, donde muchos la ven como algo del pasado. “Más que una moneda, buscamos llevar esta bonita tradición mexicana al norte”, afirma con convicción.
La historia del organillo, relata, tiene raíces en Alemania, pero fue adoptada en México hace más de un siglo. “Antes era un changuito de verdad el que acompañaba al organillero”, recuerda. Hoy, muñecos de peluche y decoraciones sustituyen al animal, pero el alma del oficio sigue intacta.
En tono de broma, Leonardo comparte una frase común entre organilleros: “Todos la tocan, pero nadie lo carga”, en referencia al peso del instrumento que, aunque romántico a la vista, representa un gran esfuerzo físico diario.
El organillero: un llamado a la memoria y la identidad
Leonardo no pide mucho, solo que no se deje morir esta tradición. “Como mexicanos, no dejemos atrás este oficio. Es parte de nuestra historia, de nuestra identidad”, dice con firmeza mientras ajusta el manubrio de su organillo y se prepara para tocar otra melodía que, aunque antigua, sigue emocionando a quienes la escuchan.
Con información y fotos de Border Zoom